Les proponemos leer el siguiente fragmento del cuento de Edgar Allan Poe, “La máscara de la muerte roja” , e intentar establecer algunos paralelismos entre aquellos convidados a la fiesta de disfraces, congregados en un castillo y amenazados por una epidemia, y la vida de estas familias que intentan, desde las palabras y las acciones, impermeabilizarse ante el mundo exterior. Para un análisis más profundo sugerimos leer el cuento completo.
“La "Muerte Roja" había devastado el país durante largo tiempo. Jamás una peste había sido tan fatal y tan espantosa. La sangre era encarnación y su sello: el rojo y el horror de la sangre. Comenzaba con agudos dolores, un vértigo repentino, y luego los poros sangraban y sobrevenía la muerte. Las manchas escarlata en el cuerpo y la cara de la víctima eran el bando de la peste, que la aislaba de toda ayuda y de toda simpatía, y la invasión, progreso y fin de la enfermedad se cumplían en media hora.
Pero el príncipe Próspero era feliz, intrépido y sagaz. Cuando sus dominios quedaron semidespoblados, llamó a su lado a mil caballeros y damas de su corte, y se retiró con ellos al seguro encierro de una de sus abadías fortificadas. Era ésta de amplia y magnífica construcción y había sido creada por el excéntrico aunque majestuoso gusto del príncipe. Una sólida y altísima muralla la circundaba. Las puertas de la muralla eran de hierro. Una vez adentro, los cortesanos trajeron fraguas y pesados martillos y soldaron los cerrojos. Habían resuelto no dejar ninguna vía de ingreso o de salida a los súbitos impulsos de la desesperación o del frenesí. La abadía estaba ampliamente aprovisionada. Con precauciones semejantes, los cortesanos podían desafiar el contagio. Que el mundo exterior se las arreglara por su cuenta; entretanto era una locura afligirse. El príncipe había reunido todo lo necesario para los placeres. Había bufones, improvisadores, bailarines y músicos; había hermosura y vino. Todo eso y la seguridad estaban del lado de adentro. Afuera estaba la Muerte Roja.”
Otra forma que encuentran estos personajes para reafirmar su identidad judía dentro del country es participando de las actividades que el club propone. Sin embargo, en la familia de Ariel, la madre vive un gran descontento ya que, si bien ella baila Rikudim en el grupo de danza, su marido no practica ningún deporte ni se integra con los diversos colectivos del country, situación que genera fricciones y reproches en el ámbito familiar.
Los habitantes del country, en reiteradas oportunidades, han mencionado y desprestigiado a personas que no fueran judías a partir de ciertas expresiones, por ejemplo a través del léxico goy, que se refiere despectivamente a cualquiera que no sea judío (aunque también es utilizado en forma peyorativa por judíos hacia otros judíos a quienes se les reprocha su poco compromiso religioso). Otro vocablo utilizado por los personajes es el término shikse, que refiere de manera discriminatoria a la empleada doméstica que, por un lado, pertenece a otro grupo étnico (en este caso argentino), a otra clase social, y tiene también la cualidad de ser de género femenino. Podemos ver cómo, en una escena donde participan los amigos, no sólo se habla y se utiliza el término shikse, sino que se tiene la creencia de que, con esta mujer, los jóvenes judíos tienen derecho a tener relaciones sexuales.